Monday, August 18, 2008

EL EXTRAÑO


El extraño



El extraño llegó una tibia tarde de invierno. Caminaba y en cada paso marcaba el ritmo característico de la arrogancia. Movía los hombros atropellándose las miradas de los más curiosos. Respiraba saber, emanaba poder, asustaba.
Paseó tranquilamente por las calles del pueblo, reconociendo, buscando. Encontró sólo puertas cerradas y ya cansado se sentó a mi lado. Intercambiamos suspiros ante manos vacías hasta que de pronto, me miró.
Jamás reparé en ojos tan hermosos, tan profundos y expresivos. Delineados con dolor, coloreados por vivir, saboreados por quién sabe cuantas almas incautas que se atrevieron a pasar, sólo pasar, ninguna de ellas su brillo dejó.
El extraño habló con voz calma. Decidió no ser ajeno, no ante esta mujer que no podía dejar de mirarlo. Y le contó su saber.


-Caminé vidas enteras por selvas, desiertos y glaciares. Caí una y otra vez ante el placer de volar, solo, acompañado, ¡Volar sin alas! Me emborraché con cuanto licor existe en este mundo y vomité cada una de mis decepciones. Desperté varias noches tendido en el lecho de Lucifer, porque, señorita, el diablo es mujer. Robé, mentí y hasta maté por tener un lugar donde existir. ¡Cuantas almas han caído por mucho menos que mirarme, niña curiosa! Fui ángel de las más putas y diablo de las más puras. Vagabundo para las ilusas que poseen, terrateniente para las huérfanas desposeídas. Espada hiriente y herida sangrante. Todo lo fui en esta y otras vidas, sólo una cosa me fue vedada. Amé a tres mil dos mujeres, número chico, si, el amor no se derrocha. Muchas se entregaron, otras sangraron, pero ninguna me correspondió. Todas robadas, todas compradas, ninguna genuina.
Comprendí que no me iban a alcanzar los innumerables placeres del mundo para sentir el calor del ser amado. Aprendí que el precio que se paga por vivir la vida es morir la muerte y heme aquí inmortal, camino buscando la mortalidad que me haga descansar. Busco paz, princesa, busco ojos amantes, niña, te quiero a ti, mujer.



Mujer, princesa y niña. Todas desaparecieron en un instante, se fundieron con esos ojos hasta ahora carentes de brillo. El extraño y yo seguimos nuestro camino, ahora juntos. Ya no extraño, no para mí.
¡Pobres cobardes! si no hubieran obedecido al "¡nunca hables con extraños!", quizás en este momento el brillo en sus ojos no sería yo, pienso, mientras me acurruco en su pupila, mi nuevo hogar.

1 comment:

Anonymous said...

Gracias Jorge!!
Todo un honor que subas esto en tu Blog ^_^

Un abrazo!

MissEntropia